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El error de Trump

El error de Trump

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por Jose Luis Tapia Rocha, economista, Director General de ILE y Profesor de Economía Política en UPC

La reciente imposición de aranceles por parte de Donald Trump sobre productos provenientes de China, Canadá y México confirma lo que muchos liberales clásicos hemos advertido desde hace tiempo: el proteccionismo no es la solución a la pérdida de competitividad económica de Estados Unidos. En lugar de abordar los problemas estructurales que afectan la economía de su país, el expresidente ha optado por un atajo político que solo traerá distorsiones al comercio internacional y encarecerá los productos para los mismos ciudadanos estadounidenses.

Liberalismo clásico

El liberalismo clásico ha demostrado con evidencia histórica que el libre comercio es el motor del crecimiento y la prosperidad. Adam Smith y David Ricardo ya explicaron en su momento que los aranceles no son más que impuestos encubiertos que benefician a unos pocos grupos de interés en detrimento de la economía en su conjunto. Trump, con su retórica populista y su afán por contentar a ciertos sectores industriales obsoletos, está repitiendo los errores del pasado. En lugar de revitalizar la economía, está sentando las bases para una menor innovación y un aumento en los costos de producción.

La razón por la que las empresas estadounidenses buscan trasladar sus inversiones al extranjero no es por culpa de China, ni de Canadá, ni de México, sino por la maraña regulatoria y fiscal que asfixia a los emprendedores dentro de Estados Unidos. Si Trump realmente quisiera evitar que las inversiones huyan de su país, debería estar enfocando sus esfuerzos en desregular la economía, reducir impuestos y eliminar barreras a la competencia. Pero en lugar de eso, ha decidido usar el garrote del Estado para castigar a quienes buscan alternativas más eficientes fuera de sus fronteras.

Política proteccionista

Los efectos de estas políticas proteccionistas no tardarán en sentirse. En primer lugar, los consumidores estadounidenses enfrentarán precios más altos en productos de consumo diario. En segundo lugar, las industrias que dependen de insumos importados verán afectada su competitividad. Y en tercer lugar, los países afectados por estos aranceles, como China, responderán con medidas recíprocas que dañarán a los exportadores estadounidenses.

Para América Latina, esta guerra comercial representa tanto un desafío como una oportunidad. Por un lado, el proteccionismo estadounidense podría desplazar productos chinos hacia nuestros mercados, generando una mayor competencia para la industria local. Por otro lado, la incapacidad de Trump para promover un ambiente de negocios favorable dentro de su país podría hacer que inversores busquen destinos más amigables con el capital, como Perú, Chile o Colombia. Sin embargo, esto solo será posible si nuestros gobiernos comprenden la lección y optan por la apertura económica en lugar del proteccionismo.

Operación retorno

Además, si Trump realmente desea reducir la inmigración ilegal y facilitar que los peruanos y otros latinoamericanos vayan a trabajar legalmente en Estados Unidos, debería aplicar la estrategia liberal clásica conocida como «Operación Retorno». Esto significa que, en lugar de castigar a sus propios consumidores con aranceles y desatar una guerra comercial, debería recomendar a los gobiernos de los países con mayor emigración que implementen las cinco reformas liberales. Si estos países no las aplican, estarán justificando que sus ciudadanos busquen oportunidades en lugares como Estados Unidos, donde hay más mercados libres, mejores empleos y mayores ingresos. En lugar de levantar muros comerciales, Trump debería fomentar la libertad económica en el hemisferio para reducir la presión migratoria y fortalecer la cooperación entre naciones.

En última instancia, la historia ha demostrado que ningún país se ha hecho rico cerrándose al mundo. Si Estados Unidos quiere recuperar su grandeza económica, necesita menos aranceles y más libertad económica. Lamentablemente, Trump ha elegido el camino equivocado. Y como siempre, serán los ciudadanos los que paguen el precio de su miopía económica.

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