por Jose Luis Tapia Rocha, economista, Director General de ILE, Catedratico de Economia Política.
El reciente anuncio de la optimización del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Perú y China, que incorpora nuevos capítulos sobre economía digital, comercio electrónico, medio ambiente y cooperación, refleja el constante esfuerzo por fortalecer los lazos comerciales bilaterales. Sin embargo, desde un enfoque liberal clásico, esta noticia suscita interrogantes sobre el papel del Estado en el comercio internacional y el impacto de estas actualizaciones en la libertad económica.
Un verdadero comercio libre no necesita tratados complejos ni supervisión gubernamental intensiva. En palabras de Frédéric Bastiat, «el intercambio es de naturaleza pacífica y mutuamente beneficiosa». Sin embargo, los TLC actuales, lejos de fomentar mercados verdaderamente libres, imponen regulaciones y condiciones que suelen privilegiar a grandes corporaciones con acceso a recursos legales y políticos, dejando a las pequeñas empresas y consumidores en desventaja.
Capítulos adicionales: ¿Progreso o interferencia?
La inclusión de temas como economía digital y comercio electrónico puede parecer un avance, pero plantea riesgos de sobrerregulación. En lugar de facilitar los intercambios entre empresas peruanas y chinas, estas disposiciones podrían derivar en restricciones burocráticas y altos costos de cumplimiento. Por ejemplo, imponer estándares ambientales a las exportaciones puede ser interpretado como un «proteccionismo verde», que restringe la competitividad de las empresas más pequeñas sin resolver problemas ambientales significativos.
Desde una perspectiva liberal clásica, el Estado debe limitarse a garantizar derechos de propiedad y resolver disputas contractuales, dejando que los actores del mercado determinen las condiciones del libre intercambio. La inserción del gobierno en áreas como la economía digital puede frenar la innovación y limitar las oportunidades para emprendedores locales.
El rol de China en el comercio peruano
China es el principal socio comercial de Perú, pero esta relación asimétrica merece una revisión crítica. Mientras que Perú exporta mayoritariamente materias primas, China exporta bienes manufacturados de mayor valor agregado. Esta dinámica no es producto de la «explotación china», sino de las barreras internas que dificultan la industrialización peruana, como impuestos elevados, regulaciones laborales inflexibles, un estatismo encubierto de leyes malas y un sector educativo poco competitivo.
Para corregir estas deficiencias, el liberalismo clásico propone las 5 reformas liberales que incluyen eliminar aranceles, simplificar regulaciones y permitir una mayor competencia en todos los sectores. Este enfoque impulsaría la capacidad de los peruanos para producir bienes y servicios de mayor valor, reduciendo la dependencia de productos importados.
El TLC como herramienta política
Finalmente, cabe destacar que los TLC suelen ser usados como herramientas políticas para ganar legitimidad y aprobación popular, más que como mecanismos reales para liberar el comercio. En lugar de optimizar un tratado, el Estado peruano debería centrarse en eliminar las barreras que impiden a sus ciudadanos comerciar libremente, tanto a nivel local como internacional.
En resumen, aunque la optimización del TLC con China puede traer ciertos beneficios, no debe confundirse con la auténtica libertad económica. Un Perú verdaderamente liberal impulsaría un comercio sin barreras artificiales, basado en la creatividad, la competencia y la capacidad individual, alejándose de acuerdos que perpetúan la intervención estatal en el mercado.